Internacionales

Una rata comiendo en la estación de metro en Nueva York

EE UU es la cuna del consumo y, por tanto, del despilfarro, y los desperdicios ofrecen a las ratas un escenario pintiparado para sus correrías.

Si se añaden las altas temperaturas, que recalientan las bolsas de basura expuestas durante horas en las aceras, no resulta extraño coincidir a diario en cualquier calle con varias de estas alimañas, la población en la sombra más grande de Nueva York.

Su ubicuidad en la ciudad ha llegado a extremos preocupantes para la salud pública: invaden los parques infantiles, los senderos de Central Park, donde cuesta distinguirlas de las ardillas, y, como mostraba hace apenas dos semanas un vídeo que se hizo viral en las redes, los recintos de juegos para perros.

En el vídeo, un grupo de canes juega alborozado con algo parecido a una pelota, empujándola con sus patas y lanzándola al aire varias veces, hasta que el bulto cae y sale de estampida. Era una rata de tamaño gigante.

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