Hacer política sería y responsable, tal como es el deber ser, no tiene mucho sexapil para los sectores radicales que se alimentan de la antipolítica; decir y hacer lo políticamente correcto trae en ellos reacciones vicerales y obtusas; todo lo irracional es digerido por los extremistas de manera voraz, sin miramientos ni reservas; ellos tienen una distorsión de la realidad y algunos se dejan llevar por el resentimiento y el odio, muchos están frustrados y detestan todo lo que sea distinto o diferente a sus dogmas fanatizados que constituyen su alienada Leit Motiv.
El no pensar, y mucho menos razonar, es una limitación intrínseca en los sectores radicales cuyos pensamientos de autómatas funcionales no les permiten entender absolutamente nada. Estos catetos no les importa si lo que afirman o niegan es cierto o falso, solo les alimenta el deseo de llamar la atención con posiciones estrafalarias y grandilocuentes; son predecibles, burdos y limitados.
El radicalismo trae consigo sus propias consecuencias y al final hasta se vuelven un búmeran para quienes lo practican y políticamente hablando le hace mucho daño al desarrollo con mesura, que debiera tener la Política como método de supervivencia eficaz para los Pueblos.